Cada vegada més entra dins de la gestió dels governs l’anomenada “gestió de riscos” A la nostra conca se’n parla referint-se a inundacions i a sequeres i també a la falta d’aigua, sempre en relació al canvi climàtic. Com exemple, us fem a mans el document del Ministerio para la transición ecológica y el medio ambiente i fins i tot, podem veure que la gestió de riscos entra en les perspectives del Banc Mundial (pàgina web).
Un estudi comentat per l’Annelies Broekman, membre de la Taula del llobregat, mostra que, davant fenòmens climàtics com sequeres i inundacions extremes, que probablement augmentaran com a conseqüència del canvi climàtic, les estratègies de gestió de risc poden no ser suficients. El treball analitza 45 parells de dades d’aquesta mena d’esdeveniments amb una mitjana de 16 anys de diferència, entre ells, les inundacions de Barcelona en 1995 i 2018:
“El propósito de la gestión de riesgos es reducir el impacto de los eventos climáticos como las sequías y las inundaciones a través de la aplicación de políticas y estrategias que puedan prevenir, reducir y manejar estos eventos, fomentando la resiliencia de los territorios. El trabajo de Kreibich y sus colaboradores y colaboradoras explica que, aunque la introducción de la gestión del riesgo a nivel mundial ha demostrado aportar beneficios concretos, los impactos por inundaciones y sequías siguen siendo muy importantes. Si a esto le añadimos que las proyecciones de cambio climático indican un incremento de episodios de una magnitud e intensidad mayor respecto a los que se han vivido hasta la fecha, las mejoras en la gestión del riesgo son clave.
Para ser eficaz, la gestión de riesgos debe basarse en una sólida comprensión de varios factores: las dinámicas biofísicas (peligro); el grado de exposición de las personas y los bienes a estos episodios; y su capacidad de reaccionar en el momento de verse afectadas (vulnerabilidad). Trabajos anteriores se han enfocado, sobre todo, en la reducción de la vulnerabilidad como clave de la reducción de los impactos, mientras este estudio indica claramente que para reducir los daños se deben considerar también los factores de peligro y exposición que, junto con la vulnerabilidad, forman un complejo sistema de interacciones. Además, se pone de relieve la falta de datos empíricos necesarios para saber realmente si las estrategias de gestión de riesgo que se han adoptado hasta la fecha han sido eficaces o no.
El estudio analiza, comparando de dos en dos, un conjunto de datos relativos a 45 eventos de inundación o sequía que ocurrieron en la misma área con un promedio de 16 años de diferencia, representando las diferencias entre el primer evento (línea de base) y el segundo, utilizando indicadores concretos que permiten cuantificar los impactos de manera directa (muertes, daño monetario), o indirecta (por ejemplo, interrupción del tráfico o turismo), así como toma en consideración impactos intangibles (por ejemplo, impacto en salud o patrimonio cultural).
Los autores explican que se han analizado estas dos tipologías de fenómenos climáticos conjuntamente debido a la similitud de algunos de los métodos de gestión para la reducción del riesgo entre inundaciones y sequías (por ejemplo, sistemas de alerta temprana o la gestión de los embalses) y, por lo tanto, permitiendo a las comunidades implicadas aprender unos de otros.
Los resultados indican que las sociedades tienden a aprender de los eventos extremos, adoptando medidas para hacerle frente. No obstante, el estudio muestra que, en la mayoría de los casos, si el evento es más extremo respecto al que ya se vivió, también lo son los impactos, y que las medidas para reducir la vulnerabilidad por sí solas no pueden reducir los daños. Por un lado, esto se puede explicar por el hecho que las grandes infraestructuras como diques y embalses suelen tener un límite de diseño hasta el cual son efectivas, pero, una vez que se supera un umbral, se vuelven ineficaces. Las medidas no estructurales, como la buena planificación territorial, la concienciación y sistemas de alerta, pueden ayudar a reducir los daños tan solo parcialmente. Por otro lado, las medidas adoptadas en su mayoría son reactivas y, por efecto de la percepción del riesgo humano, que no da crédito al recuerdo de lo vivido ni a las proyecciones planteadas a futuro, raramente son proactivas.
El estudio revela que los cambios en vulnerabilidad han tenido menos éxito en la reducción del impacto de la sequía que el impacto de la inundación, donde mejorar la gestión de riesgos parece ser más difícil. Esta dificultad puede estar relacionada con el hecho que las medidas diseñadas para reducir los impactos de la sequía en un sector pueden aumentar los impactos en otro. Por ejemplo, el riego para aliviar la sequía en la agricultura puede aumentar los impactos de la sequía en el abastecimiento de agua potable y los ecosistemas.
Es interesante que el estudio también considera que las mismas actuaciones adoptadas para gestionar las sequías y las inundaciones pueden exacerbar su impacto, consideradas en el estudio como deficiencias de gestión del riesgo. Por ejemplo, la construcción de diques, adoptados para evitar que un río desborde, pueden fomentar asentamientos en llanuras aluviales, aumentando así la exposición de la población al peligro por la sensación de falsa seguridad. De manera similar, la construcción de embalses para paliar los efectos de las sequías puede aumentar la exposición a través del fomento del desarrollo de zonas de regadío y así aumentar la demanda de agua.
En conclusión, el estudio pone de relieve que, frente a los fenómenos climáticos extremos, es fundamental adoptar un enfoque integrado de los diferentes componentes del riesgo y gestionar los impactos sobre el territorio a través de cambios institucionales (como la creación de agencias de actuación en caso de emergencia y estructuras de coordinación); fomentar mejoras en la gobernanza y la implementación efectiva de medidas no estructurales, como el uso de servicios climáticos; y la mejora de la alerta temprana para complementar medidas estructurales que no podrán garantizar protección de la socioeconomía local frente episodios sin precedentes fuera de escala.”